Tenía que haberos contado hace ya 10 días en una entrada que sí, que SOY VETERINARIA, que lo era sin saberlo desde el último día que escribí aquí. Que todo ha salido bien, al fin. Ponerme en ese estado melancólico-épico en el que os contaría grandilocuentemente lo muchísimo que me ha costado llegar hasta aquí, las lágrimas, el sudor, el esfuerzo y el orgullo. Todo eso que siempre digo. Que ahora se supone que podemos borrar el Rookie. Ya tenemos un papel que nos permite demostrar que somos veterinarios, después de luchar contra tantos otros papeles, escritos y en blanco, durante años para conseguirlo...
No me da vergüenza reconocer que he apostado todo el montón al mismo número, que para mí terminar Veterinaria era la solución a todo y la meta de una carrera en la que me he dejado muchas más cosas de las que quería.
Si da más vergüenza reconocer que es ahora cuando he visto que no es un final, si no el principio de algo mucho más grande que no podía ver. No sonó música, ni cayeron globos, ni hubo fuegos artificiales cuando me llamaron y me dijeron que había aprobado el último examen que quedaba por saber y que nos licenciábamos. Pero, lo que siempre me imaginé que pasaría pasó, porque lloré mucho, como era previsible.
Y desde entonces ha sido un no parar de buscar sin encontrar. Como si esperase que al terminar me pondrían una banda, una corona y un señor con traje anunciaría con un micrófono que tenían un puesto para mí en el trabajo de mis sueños para toda la vida. Ha sido como una decepción incomprensible que, quiero confiar, es fruto del cansancio acumulado.
Pero todo esto es la más absoluta estupidez. Y lo he entendido bruscamente al darme cuenta que tengo toda la vida por delante y que esa vida puede acabarse en cualquier momento. Y creo que no he sido la única.
El accidente ferroviario de Santiago de Compostela del 24 de Julio de 2013 se ha llevado muchas vidas, pero una de ellas era parte de la nuestra. Francisco Javier García Liras, Curro para nosotros en el hospital, compañero de la UCM, Residente del HCVC y sobretodo, excelente persona y veterinario. Era un chico de tan sólo 26 años y la vida no le ha permitido demostrar todo lo alto que podía llegar, pero para nosotros siempre estará en lo más alto. Era uno de los grandes, y parece fácil decirlo en este momento, pero es cierto. Era una de esas personas a las que preguntas cuando tienes una duda o un problema, porque sabes que contestará con una sonrisa y lo hará porque cree que eso será lo mejor que pueda hacer por ti. Era un placer compartir quirófano o guardias con él. De todo corazón, quiero hacerles llegar mi más sentido pésame a su familia y a toda la gente que le quería. Es una pérdida irreparable que todos hemos lamentado.
Nunca imaginé que podría afectarme tanto la pérdida de una persona que no pertenecía a mi círculo más cercano. Pero lo ha hecho y ha sido como una sacudida de todo eso que me flota inútilmente por la cabeza. Estudiar 5 años de carrera como si no debieras hacer otra cosa, matarte 3 años de residencia, luchando por destacar, por trabajar y aprender, por hacer de ti mismo un buen profesional. Como Curro. Y todo eso puede borrarse en segundos, sin que ni si quiera te des cuenta de que podría suceder. Dejándolo todo como está, esperando a que lo acabes sin que suceda nunca.
Ojalá hubiese seguido en la ignorancia y no darme cuenta de la manera que ha sido, pero lo cierto es que quizás debamos ser veterinarios para vivir mejor, y no vivir peor para poder ser veterinarios.
En memoria de Francisco Javier García Liras. Hasta siempre, compañero.
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