Siempre he pasado mucho de la política. Yo era de las que pensaba que con que pudiese ir a la facultad y mis padres tuviesen trabajo para pagarme la matrícula, era suficiente. En parte viene un poco de la profesión, de ser tremendamente vocacional. Si me dieran un € por todos los veterinarios que conozco que me han dicho "Es que soy/somos veterinario/s, es normal", normal que no nos interese, normal que no tengamos opinión o normal que no nos afecte. Pero no es así esta vez.
El día 15 de Mayo unos cuantos se juntaron en la Puerta del Sol de Madrid. Al día siguiente salieron en los periódicos, dentro de unos años (espero) que salgan en los libros de Historia. Fuimos partes, apoyándoles como sabemos, estando a su lado.
Yo no soy muy de exaltarme, los veterinarios siempre hemos sido (o eso he conseguido percibir en estos años) individualistas, poco gremiales. La nueva generación de veterinarios intentamos no serlo (tanto). Por la misma razón nos toca a los jóvenes (seamos lo que seamos) ser tan valientes como fueron nuestros padres y nuestros abuelos en otro tiempo. Todo es cíclico. Me toca a mí ahora.
No me da vergüenza decir que se me saltan las lágrimas cuando veo en la televisión como son ya miles de personas, como se organizan, como se respetan. No es ver para creer, es sentir para creer en esa plaza que sí puede ser un gran cambio que estamos ansiosos de vivir, porque nos toca.
Utilizar horas en leer cada uno de los mensajes, cada una de las pancartas y carteles.
Sonreir cuando se une una nueva ciudad del mundo a este movimiento.
Solo espero que no sea un movimiento mal-entendido por medios y poderosos (aunque me gusta muy poco esta palabra, porque poderosos seríamos todos en su situación, la diferencia está en que somos nosotros los ojos que miramos)
Es un estado nervioso y ansioso por la posibilidad de cambio, pero también orgulloso y optimista, por ver si finalmente es algo que merezca recordar dentro de décadas.
No piden nada desproporcionado, solo lo que prometen y no cumplen.
