Cada vez pienso más que el veterinario nace y se va haciendo.
Llevo todo el verano, además de estudiando, como no (y a duras penas!) cuidando de 425gr de roedor, maldito roedor! Por 25€ te dan otros 400gr nuevos de cobaya, sin neumonía, con los dos pulmones funcionantes (en nuestro caso solo nos queda uno).
Pero no.
Hay dos caminos. El fácil y el menos fácil, para esto y para todo en la vida. Y hemos escogido el que nos lleva hasta las ultimas consecuencias con este pequeño monstruo a cuestas.
Por eso me tiembla el pulso cuando tengo que hacerle cualquier cosa, aunque sea una maldita subcutánea; para mi no es un paciente más, posiblemente sea el primero sobre el que tengo total potestad y no es cualquier cosa, no hablamos de un catarro, hablamos de una vida.
El veterinario nace, porque no te tiene que temblar la voz cuando decides decir que NO vas a eutanasiar a un animal, por mucho que te esté temblando la mano por debajo de la mesa y por mucho que te tiemble después, cuando al final tienes que renunciar y hacerlo por pura humanidad.
No se si le duele, no se si aguantará, no se si decidibará ni si los corticoides le producirán un Cushing, no lo sé. Tampoco sé si todo el dinero y todo el esfuerzo van a merecer la pena, o si cualquier otra bacteria va a echar por tierra meses de aerosoles, nebulizaciones, antibióticos, Rx y horas de insomnio mirando como tose una cobaya, hecho que desconocía, sinceramente. (Vosotros sabíais que las cobayas tosian?) Sólo sé que siento como si estuviesemos haciendo lo correcto luchando por esos 425gr de bicho, igual que lo haría si fuesen 50gr o 30kg.
Por todo lo demás? Amo tanto esta carrera que me resulta imposible dejar de aprender incluso en verano... (suena creible?)
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